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Estudiando el Islam

Origen islámico del velo (Hiyab)

Origen islámico del velo (Hiyab)

Origen islámico del velo (Hiyab) En la época del Profeta Muhammad, y aún anteriormente, existía en su entorno geográfico la costumbre de practicar el “ta'arrud”. Consistía en acosar a las mujeres para incitarlas a la “Zina”, relación sexual impropia, o si eran esclavas a la prostitución forzada.

Esta humillante, y perversa costumbre de los hombres, se ejercía fundamentalmente contra las mujeres, pero solo en contra de aquellas que se exhibían con la cabeza desvelada, es decir; las esclavas u otras mujeres de baja condición.

Las mujeres aristócratas, o de alta condición, cubrían habitualmente su cabeza con el manto, y de esta forma eran reconocidas y respetadas.

El uso del manto sobre la cabeza era un signo de identidad y distinción para algunas mujeres privilegiadas, y no portarlo era signo de baja condición, sumisión o esclavitud que, injustamente, daba a los hombres el “derecho de asalto”.

Muhammad  se enfrentó, inevitablemente, a la necesidad de conseguir protección y respeto para las mujeres de su casa, así como para las demás mujeres que, bajo su protección, habían abrazado el Islam.

B. Saad, uno de los historiadores de los primeros siglos del Islam, cuenta; “A las esclavas de Medina, las provocaban los insensatos, que las abordaban en la vía pública y las agredían”. Por lo que fue revelada la Aleya 33, Azora 24;
“No forcéis a vuestras esclavas a prostituirse para obtener bienes de la vida de este mundo cuando ellas quieran ser honestas”.

Las mujeres libres que salían a la calle, cuyas ropas no se distinguieran de las que portaban las esclavas, o las mujeres bien dispuestas a una relación promiscua, eran confundidas con ellas y sufrían el mismo trato”.

La costumbre de cubrir la cabeza y el cuerpo de las mujeres tuvo su razón de ser para evitar la “zina”, el acoso y la relación sexual no deseada, ya que el cuerpo de las mujeres era considerado, por principio, como abordable.

As-Suyuti, autor del libro “Las causas de la Revelación”, y comentarista de la obra de Tabari, ambos contados entre los grandes expertos en Fiq, como conocimiento organizado del Corán, nos dice; “Es imposible entender una Aleya -versículo Coránico-, sin conocer la “Qisa”. Es decir; la historia y las causas que condujeron a su Revelación”.

No se puede entender ni un solo aspecto de la Revelación si no es analizado en su contexto histórico y social.

El Corán hace referencia ocho veces al concepto de Hiyab. Ninguna de ellas hace referencia al velo para cubrir el pelo, sino que tiene un claro sentido de "cortina" (7: 46, 17: 45, 19: 17, 33: 53, 38: 33, 41: 5, 42: 51, 83: 15), y es siempre para separar. Es una separación impuesta para proteger la intimidad de las mujeres, o para protegerlas en aquel entonces de las carencias educacionales de los hombres.

Los primeros intérpretes del Corán fueron, mayoritariamente, persas, ya conocidos por la costumbre de velar a sus mujeres de forma exagerada. Durante más de mil años exigieron de sus mujeres mucho más de lo que el Corán había recomendado para resolver un conflicto puntual.

En la obra titulada Huadit ad-Duhûr, “Los acontecimientos de los tiempos”, su autor, Ibn Tagri Bardî, remonta a la tradición persa la costumbre de instituir el “harén” entre los pueblos musulmanes.

Cuando los persas predominaron, durante el Califato Abassí, la perspectiva de recluir a la mujer tras el velo, o en el “haren”, y de someterla al dominio del varón, ganó terreno, hasta introducirse de forma estable en la mentalidad de los musulmanes, y quedar así estrechamente relacionado con las formas islámicas.

Esta interpretación de los persas, reforzada posteriormente por los turcos, fue del agrado de los exegetas árabes, ya de antaño predispuestos al dominio sobre la mujer.
Así fue como la costumbre quedó estrechamente vinculada a la tradición islámica, y en franca contradicción con las enseñanzas y propósitos del Profeta.

La tribu Quraish, a la que pertenecía el Profeta, era la tribu más poderosa económicamente, debido a su dominio del comercio, y practicaban esta tradición propia de la época preislámica.

Según al-Fakihi, los hombres adornaban con el velo, y otros abalorios, a sus hijas para casarlas, y a sus esclavas para venderlas, y las exponían en los mercados, delante de la Kaaba, hasta que tenían éxito en su misión”.

El Profeta no impuso nunca una forma determinada de vestir para las mujeres. Sólo dijo que debían cubrir convenientemente sus cuerpos y hacerlo con sentido del pudor, consejos que también dio a los hombres. No existe, por tanto, una vestimenta islámica ni un uniforme para las musulmanas.